La verdadera historia del cliente que demandó a Red Bull porque no tenía alas (y ganó una batalla mi
Quizás ya no recuerdas la publicidad, de hecho Red Bull la eliminó hace un tiempo, pero hubo una época en la que su bebida “te daba alas”. La compañía pensó que tenían una campaña rompedora. A fin de cuentas, nadie en su sano juicio pensaría que la bebida nos permitiría volar, ¿verdad?
Fundada hace sólo tres décadas, Red Bull vende actualmente más de cinco mil millones de latas de bebidas en 165 países. En el proceso, su fundador, Dietrich Mateschitz, se convirtió en uno de los hombres de negocio más ricos y exitosos de Austria, y su cofundador tailandés, Chaleo Yoovidhya, en uno de los hombres importantes de Tailandia .
Hasta el año 2014, su exitoso y rompedor lema “Red Bull te da alas” les había permitido ascender como firma extendiendo sus “tentáculos” como imagen del riesgo y la aventura en el planeta en todo tipo de deportes extremos, de hecho, así lo siguen haciendo actualmente. El mismo Felix Baumgartner desde el borde del espacio fue el culmen de la marca, haciendo historia en un salto legendario que siempre irá acompañado a la imagen de la compañía.
La historia del famoso eslogan de las alas comenzó a mediados de los 90, con una serie de anuncios de televisión muy sencillos. Los espectadores podían observar unas animaciones de dibujos en blanco y negro, con unos personajes que se enfrentaban a algún tipo de dilema u obstáculo aparentemente insuperable.
Uno de los anuncios se basaba en la conocida historia de Sísifo, el personaje de la mitología griega destinado a empujar una roca por una colina hasta la eternidad como castigo. En la publicidad veíamos a Sísifo trabajando, cuando de repente aparecía una hada y le daba una lata de Red Bull (la lata aparecía en la pantalla a todo color), proclamando que proporcionaba “una estimulación para el cuerpo y la mente”. Sísifo bebe la lata, y entonces supera su obstáculo. De su cuerpo brotaban unas alas y comenzaba a volar mientras que el esbozo de la marca nacía: Red Bull “te da alas”.
Aquello fue una jugada que todavía se estudia en las escuelas de negocios. Red Bull había conseguido de un plumazo (de alas) una campaña y un lema memorable que retrataba de manera eficaz la promesa y los supuestos beneficios de Red Bull: la estimulación física y emocional para sobresalir en cualquier tarea. Además, en parte era verdad. Un marketing sumamente ingenioso y el tremendo éxito que Red Bull había logrado forjó lazos emocionales con sus clientes difíciles de conseguir.
Sin embargo, años después un usuario indignado decidió probar suerte con una demanda insólita. Tras diez años como cliente y adepto empedernido a la bebida, el hombre no tenía ni por asomo esa capacidad extrema que se mencionaba en las campañas. Así comenzaba el caso de Red Bull contra los clientes que “no tenían alas”.
Aunque resultaba difícil imaginar a alguien que viera la campaña y pensara que realmente la bebida daba alas, lo cierto es que existió un juicio contra Red Bull por esta publicidad. Sin embargo y como veremos, la decisión final no fue en base a las alas no conseguidas. ¿Dónde ocurrió? En Estados Unidos, dónde si no.
Benjamin Careathers se declaraba un consumidor regular de la bebida, tanto, que acabó demandando a la compañía por publicidad falsa o engañosa en agosto del año 2014. Su argumento se basaba en el hecho de que después de 10 años consumiendo Red Bull, no tenía ningún atisbo de alas ni rendimiento atlético o intelectual mejorado.
Para Careathers, la campaña de Red Bull era un conjunto de promesas falsas sin apoyo científico sobre la supuesta capacidad de aumentar la energía de las personas. Además, Careathers había encontrado que Red Bull tenía menos cafeína que una taza de café, y sentía que había motivos suficientes para una demanda.
A su causa se sumaron otro grupo de clientes y se creó una demanda colectiva. En el juicio, la firma que defendía a Careathers y al resto de usuarios, declaró que Red Bull estaba engañando deliberadamente a sus clientes para que compraran la bebida bajo la etiqueta de “premium” con la esperanza de ganar una ventaja sobre sus competidores.
La demanda también alegaba que la compañía depende mucho de términos como “alas” e “impulso” para dar a los consumidores la impresión de que la bebida ofrece a las personas algún tipo de extra físico o mejora. Según rezaba la demanda:
A pesar de que existe una falta de verdadero apoyo científico a la afirmación de que Red Bull proporciona más beneficios a un consumidor que una taza de café, los acusados comercializan su producto como una fuente superior de ‘energía’. Este tipo de conducta significa que la publicidad y la comercialización no es sólo ‘bombo’, sino que puede resultar engañosa y fraudulenta y, por tanto, recurrible.
A pesar de que existe una falta de verdadero apoyo científico a la afirmación de que Red Bull proporciona más beneficios a un consumidor que una taza de café, los acusados comercializan su producto como una fuente superior de ‘energía’. Este tipo de conducta significa que la publicidad y la comercialización no es sólo ‘bombo’, sino que puede resultar engañosa y fraudulenta y, por tanto, recurrible.
De esta forma, el gigante de bebidas debía pagar 13 millones de dólares para resolver la demanda, de los cuales 6,5 millones se destinarían a un fondo sobre la estimación de 1,4 millones de consumidores “que podían estar afectados”, y que podían solicitar el reembolso a través de una página web que se creó especialmente para ello. Según un comunicado de la compañía tras hacerse público el acuerdo:
Red Bull resolvió la demanda para evitar el coste y la distracción de los litigios. Sin embargo, Red Bull mantiene que su publicidad y el etiquetado siempre han sido veraces y exactos, y niega cualquier mala acción o responsabilidad.
Así terminó la famosa demanda contra Red Bull y su legendaria publicidad. Al final, la realidad es que no hubo juicio, lo que hubo fue un acuerdo millonario, aunque dividido entre muchos clientes, razón por la que nadie logró hacerse rico. Desde entonces, su eslogan y sus esfuerzos pasaron a centrarse en el riesgo y la aventura, aunque sin necesidad de ofrecer alas a nadie. [Wikipedia, Telegraph, TopClassAction]